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jueves, 13 de noviembre de 2008

Felicitas guerrero

Nacida en Buenos Aires en 1846, como Felicitas Antonia Guadalupe Guerrero y Cueto. Hija de Carlos José Guerrero, (próspero comerciante que introdujo el ganado Aberdeen Angus en Argentina) y Felicita Cueto y Montes de Oca.


A los 16 años la casan con Martín de Alzaga, nieto y heredero del defensor de la ciudad de Buenos Aires durante las invasiones inglesas, conocido también por la conspiración contra el Primer Triunvirato patrio, que lo llevó al patíbulo.


Se decía que Felicitas era la muchacha más hermosa de su tiempo. Belleza que junto a su extraordinaria riqueza, la convirtió en la mujer más codiciada de la sociedad porteña.
En 1872, luego de su muerte, los padres decidieron levantar una iglesia que la recuerde, en la que fuera su quinta, por delante del oratorio familiar. Encargaron la obra al arquitecto Ernesto Bunge y la inauguran en 1876.


En la entrada se enfrentan dos estatuas, una que representa a Felicitas con su hijo, y otra a Martín de Álzaga. Es un detalle interesante, en tanto no son figuras religiosas.










En 1937, la quinta donde ocurrieron los hechos fue demolida. Era propiedad de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos desde hacía unas décadas, y se convirtió en la Plaza Colombia, a la que mira el hermoso templo que lamentablemente, no puede visitarse fuera del horario de misa, ni tomar fotografías, por decisión del párroco, aunque se trata de una joya de la arquitectura.

Posiblemente, esto se deba a que Felicitas se convirtió en una leyenda urbana. Se afirma que su fantasma vaga tras las rejas de la iglesia los 30 de enero. Que en la década del 30, los miércoles, los vecinos se reunían para mirar a un dama vestida de blanco que merodeaba la imagen de la Virgen de Lourdes. Que en los 40, esos mismos vecinos, llevaban banquitos para sentarse en la Plaza Colombia admirando la figura luminosa que andaba por el campanario. Que al cumplirse los 100 años de su muerte, el 30 de enero de 1972 a las 4 de la tarde las campanas tañeron sin que nadie las tocara. Que en las obras de reparación en 1980, un día, todos las figuras de ángeles aparecieron con el ala derecha rota, según se rumorea porque a Felicitas le dispararon en el hombro derecho.
La fascinación y el romanticismo que provoca, llaman a prácticas como la de atar un pañuelo blanco a las rejas para recuperar el amor perdido, o tocarlas invocando a Felicitas para alcanzar la felicidad, acariciar su estatua en el vestíbulo de la iglesia para no perder el enamorado , y otras similares cargadas de ingenua belleza.

Historias fantásticas nacidas de una pasión obsesionada.

(Imagen modificada de las leyendas, Propiedad del Complejo Histórico Santa Felicitas)