Patriota argentina, nacida en Buenos Aires en 1786 y fallecida en Montevideo en 1868.
Aunque su nombre se ha hecho un ícono, por haber interpretado por primera vez el Himno Nacional argentino, en el célebre “salón” de su casa, donde se reunía la flor y nata de la intelectualidad porteña, y los líderes de la independencia, su protagonismo en la escena nacional excede por mucho a ese momento que la fijó en el imaginario popular.
Inteligente, tenaz, aguda, valiente, fue una activista por los derechos de la mujer, causa que no la encegueció, su acción en la política nacional fue constante, en su casa de debatían los temas más delicados, ella tomó partido, y supo sostenerse en sus opiniones, a pesar de sus exilios y el de sus hijos.
Militante, primero en la causa revolucionaria, ya durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, pese a la amistad que los unía, no ocultó su adhesión a la causa unitaria. De su extraordinaria temeridad en tiempos de terror, se cuenta una anécdota que la pinta de cuerpo entero.
Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires, cabeza del partido Federal, había exigido el uso de la insignia punzó para demostrar la fidelidad a la causa. Esto, en momentos de persecución a muerte al bando opositor. Rosas dio una de sus célebres fiestas en su residencia de San Benito de Palermo, las mujeres asistieron, vestidas de rojo, salvo Mariquita que se presentó con un traje celeste, color que identificaba el grupo unitario.
Rosas al verla llegar con vestida, se acercó y la reconvino
-Mariquita, ¿Cómo te me venís de celeste?-
-Para hacer juego con tus ojos, Juan Manuel- Respondió ella.
Pese a la enorme amistad, Mariquita al tiempo debió refugiarse en Montevideo.
Sus amistades fueron masculinas, ella mantenía correspondencia, conversaba, discutía, se entendía mejor con los hombres a los que trataba de igual a igual y a los que ayudó ideológica y pragmáticamente a dar forma a